El acrónimo SMART (inteligente, en inglés), se usa como recurso nemotécnico para describir las principales características que debe cumplir un objetivo, y por tanto, sugiere cinco sencillas normas para su formulación:
En primer lugar, la “S” hace referencia al término Specific (específico). A la hora de definir un objetivo debemos detallar y acotar al máximo la meta que deseamos alcanzar para no dar lugar a segundas interpretaciones.
En segundo lugar, encontramos la “M” ligada a Measurable (medible); ya que el objetivo fijado debe estar sujeto a unos criterios de medición, ya sean cualitativos y/o cuantitativos. La posibilidad de medir los objetivos nos permitirá obtener unos resultados totalmente objetivos y determinar si la meta ha sido alcanzada.
La “A” va relacionada con Achievable (alcanzable) y nos propone que: los objetivos planteados deben ajustarse siempre a la realidad de la persona/compañía y a su entorno, de modo que estos supongan un reto pero dentro de unas expectativas realistas. Para saber si un objetivo es realista, es siempre recomendable realizar previamente un análisis para conocer la situación actual en la que nos encontramos y detectar nuestras limitaciones. Proponer un objetivo que no sea realista puede producir frustración y desmotivación.
Seguidamente, tenemos el concepto Result-oriented (orientado a resultados) ligado a la “R”; el cual expone que: todo objetivo debe estar orientado a la obtención de resultados y objetivos concretos, sino éste carece totalmente de sentido.
Por último, la “T” respresenta el Time-limited (fecha límite) es decir, a todas las metas y objetivos que planteemos debemos asignarles un momento de realización y un escenario concreto para su realización.